
Llevo
días pensando a cerca de lo que es necesario y a cerca de lo que no es
necesario. Sobretodo sobre lo que no es necesario. Porque creo que es
importante saber que el tiempo no es infinito y en contraposición mi sociedad
crea una oda a lo innecesario y banal. A lo superficial y barato. A lo material
y efímero. A lo no productivo.
El
tiempo, mi tiempo es muy importante; de la misma manera que pienso que el
tiempo de las demás también lo es. Por este echo no me gusta perder mi tiempo
ni hacer perder el tiempo a los demás.
Sin
embargo, me gustaría centrarme aquí en lo que sí es necesario para mí: la
intimidad.
Si
mi vida se representará en una pirámide, en la base residiría la intimidad.
Pero
bueno, antes de nada, voy a definir que significa para mí la intimidad.
Si
de mí dependiera la RAE describiría la intimidad como el criterio necesario a
aplicar hacia un aspecto que se necesita tomar en serio o prestar atención.
(Lo
siento si hablo muy técnico es que me sale solo y me gusta hablar con la máxima
diversidad lingüística que puedo).

Otro
aspecto a lo que yo atribuyo mucha importancia a la intimidad es a la intimidad
personal. Porque no hay más intimidad que estar solo. Con una misma. Con la
televisión de tu cabeza. Con el telenoticias cerebral de Sonia. Yo quiero saber
quien soy y necesito principalmente hablar y sentir a mi cabeza y mi cuerpo.
Y
por último creo que de la intimidad nace, crece y vive de la creación. Y la
creación al final es la vida. Porque yo necesito pensar en cosas nuevas, en
posibilidades, en alternativas, en variaciones, en extrapolaciones y sino
escucho a través de la intimidad; me vuelvo ciega, muda, sorda y sin ningún
sentido.